Recuerdo cuando era pequeño, al llegar estas fechas había algo que me llamaba mucho la atención y que esperaba con ilusión, si, colocábamos el Belén, el árbol, estábamos de fiesta, salíamos a jugar a la calle, pero la Navidad llegaba cuando se iluminaba el abeto que hay al principio de Ramón y Cajal en el cruce con Ronda Montearagón y la plaza Santo Domingo. En ese momento te dabas cuanta que la Navidad llegaba no tendrías colegio, tendrías regalos, la infinidad de luces de colores daban vida a este rincón.
Hoy el abeto que tan grande, fuerte y robusto me parecía, esta viejo, despoblado, con ramas descolgadas como unos cansados brazos que no aguantan mas, el paso de los años sin duda ha hecho mella en este símbolo de la ciudad y hoy por hoy siguen adornándolo con unas cintas iluminadas de colores que no le benefician en nada y que estéticamente tampoco lo engrandecen.